Conversando con una viejita inca en el Valle Sagrado de Perú, me preguntó de dónde venía. Le dije que vivía en la Península de Yucatán, en tierra maya, y me contestó: “tierra del maíz, como la mía, tierra hermana”.
Ese día, ante la respuesta de la viejita, me pareció empezar a entender la gran importancia que para muchos pueblos americanos tuvo y sigue teniendo el maíz. Escribo esta entrada con la humildad de extranjera ajena a la cultura maya, tratando de acercarnos un poco más a ella, sabiendo lo complicado que es hablar de lo que no es propio.
La fascinante civilización maya abarcó parte de El Salvador, el occidente de Honduras, casi toda Guatemala, Belice y las zonas de Tabasco, Península Yucatán y Chiapas en México. En este vasto territorio, el maíz sigue siendo la base de su alimento: las tortillas de maíz se siguen haciendo a mano en muchos pueblos, de la manera tradicional.
El maíz está presente en su cosmología y en sus creencias, en su manera de entender el mundo. Forma parte inherente de la vida del maya: en sus ceremonias, en su alimento diario, en la milpa, en sus paisajes, en sus medicinas… Según las creencias mayas, el hombre proviene del maíz, con su masa se creó a la humanidad maya. Podríamos llegar a verlos como frutos de la Madre Tierra, forman parte de ella.
El maya se siente bendecido en su vida diaria por el maíz, es lo que los alimenta, y ellos lo bendicen a él. Le dan trato de dios, así de reconocida es su veneración al maíz. Lo adoran a diario con unos u otros rituales, pensamientos o representaciones, así de sencillo.
En las milpas se plantan los diferentes tipos de color del maíz: blanco, amarillo, rojo y negro, encarados en la dirección que relaciona cada color con cada uno de los puntos cardinales, según el Popol Vuh, libro que recoge la creación del mundo maya. Las tradiciones ancestrales de los mayas siguen vigentes hoy en día en las ceremonias de siembra y cosecha. Su calendario gira en torno a las épocas del cultivo del maíz, no hay nada más importante. Hablando con la gente de esta tierra, te nombran los días del solsticio como principio de la siembra o final de la cosecha. El maíz es el pequeño sol que les ilumina en la Tierra, por eso giran constantemente a su alrededor.
Para Yum Kaax, uno de los nombres para denominar al dios del maíz, el ser humano era su más ferviente aliado en la Tierra, ya que con sus ritos ayudaban a atraer lluvia y ahuyentaban las plagas. Yum Kaax era un dios joven, bello e inexperto con una responsabilidad muy grande para su falta de experiencia, pero gracias a la ayuda que obtenía uniendo esfuerzos con el ser humano y otras deidades como la lluvia, su cometido era mayor.
Ese conocimiento popular en la cultura maya, les crea la conciencia de saber que forman parte de un todo al que van unidos.
Es tan evidente la importancia del maíz en la vida del maya, que en la época de las Haciendas, donde la mayoría de trabajadores eran de origen maya, les brindaban tierras para milpas dentro de las haciendas con la finalidad que se sustentaran y no romper la tradición que el varón se sintiera con su familia como el proveedor del alimento. La milpa para el maya sigue siendo un espacio donde se reúnen para conversar, tomar un trago o chismear. Viene a ser su lugar de encuentros, así como los parques, las plazas o los zócalos lo son en las ciudades y pueblos.
El viaje nos sirve para seguir conociendo nuestra vasta humanidad y disfrutar de la sana curiosidad que provoca conocer otras culturas.
Buen camino,